La crisis en el noveno año de vida ... el paso del Rubicón
La crisis en el noveno año de vida ... el paso del Rubicón
Víctor tiene nueve años. Siempre ha sido un hijo y alumno dócil. Un día los padres le cuentan al maestro tutor que Víctor de repente se ha hecho testarudo, no quiere ir con ellos a pasear los domingos como tienen por costumbre y en general se comporta con mucha impaciencia. El maestro de música también se queja. Víctor siempre había sido un apoyo para él en la clase, pero ahora se coloca la flauta al revés en la boca y hace tonterías de todas las maneras que uno se puda imaginar. Incluso su escritura cambia y escribe en miniatura. Cuatro o cinco meses después esta etapa queda superada; se tranquiliza de nuevo y deja de ser díscolo.
Un niño inteligente de esta edad puede mirar a un adulto mucho tiempo sin apartar la vista con la pregunta inarticulada: ¿Qué clase de persona eres tú? Puede ser que esta mirada diga: ¡Has sido medido y no has dado la talla! En este caso el comportamiento cambia de un momento a otro. El respeto desaparece de repente.
Los niños que han percibido demasiado la inseguridad de los adultos -preocupación por el más mínimo malestar, ceder ante cualquier capricho y otras cosas por el estilo- en esta edad pueden caer en una crisis que se hace patente con toda claridad y que encuentra su expresión en accesos de miedo, arrebatos de ira, provocaciones descaradas y otros modos sorprendentes de comportamiento.
Clases enteras ponen algunas veces a sus maestros a prueba. Antes se limitaban sencillamente a hacer ruido de cuando en cuando. Ahora hacen verdaderos experimentos. ¿Cómo reaccionará el maestro si colocamos una bola de nieve de forma que comience a gotear encima del lugar donde acostumbra a ponerse? Comentan o imitan con plena consciencia las pequeñas y grandes debilidades de los maestros. (También se puede observar, precisamente en esta edad, que los niños pueden caricaturizar a escondidas el defecto físico de un compañero o imitarlo sin piedad). Si el maestro se siente personalmente afectado y reacciona con castigos duros y quizás hasta faltos de reflexión, pueden originarse situaciones verdaderamente graves.
La transformación interior que tiene lugar a esta edad repercute incluso en la estructura física (por ejemplo la relación entre el ritmo del pulso y de la respiración es ahora, durante corto tiempo, el mismo que predomina más tarde en la edad adulta). Pero que el niño entra en un nuevo estadio de desarrollo -Rudolf Steiner habla del "paso del Rubicón del noveno año de vida"- se hace evidente con especial claridad en el terreno de la vida anímica.
Aunque la primordial "vivencia del yo" instintiva tiene lugar mucho antes, es decir, en el tercer o cuarto año de vida (véase pág. 88), antes del noveno año de edad, los niños no están en condiciones de separase con plena consciencia del mundo que les rodea. Su necesidad instintiva de identificarse con los animales, las plantas, las piedras, con el viento, las nubes y estrellas, suele interpretarse como una especie de "animismo" infantil, un afán más o menos consciente de "animar la realidad". Steiner destaca que esta explicación no corresponde con el elemento completamente espontáneo e irreflexivo en el modo de vivenciar del niño. Cuando Piaget describe cómo los niños antes del séptimo año de vida conciben la realidad como algo indiferenciado, no estando en condiciones de diferenciar entre el contenido consciente de las cosas que le rodean y el propio, y cómo abandonan entre los 8 y 11 años de edad su "animismo difuso", pasando a considerar las cosas de un modo realista, se puede decir que coincide bastante, aunque no siempre en la elección de las palabras, con la apreciación de Steiner (véase Guido Petter, Die geistige Entwickiung des Kindes im Werk von Jean Piaget). (El desarrollo intelectual del niño en la obra de Jean Piaget).
Durante los tres primeros cursos, el maestro debería tomar en consideración en toda su enseñanza esta particularidad, por lo que deberá hacer que la tierra y el sol, los animales y las plantas hablen unos con otros como si fuesen personas. Hasta el cuarto curso no pasará a describir las cosas, poco a poco, "como son en realidad".
Que tantos niños atraviesen en este estadio de su desarrollo una especie de nueva "edad de la obstinación", tiene que ver con que la situación de su vida ha cambiado, ahora pueden observar a sus educadores mucho más "despiertos" que antes. No obstante, si ponen a prueba su autoridad, no es porque quieran librarse de ella, sino porque quieren asegúrasela y conservarla.
Ya que el maestro tutor de una escuela Waldorf ha esperado el tiempo suficiente hasta que ha llegado el momento de describir de forma realista el mundo existente, ahora atiene a su disposición poderosos recursos que puede utilizar para vencer las dificultades, es decir, toda una serie de objetos sumamente interesantes que proporcionan nuevos conocimientos. En el cuarto curso se introducen las asignaturas de Zoología y Geografía regional; en quinto Botánica, Geografía e Historia. Pues ahora los niños han adquirido la madurez precisa para mirar con los sentidos despiertos el mundo de la realidad, y por cierto con un deseo de aprender intacto y por lo tanto intenso.
Fuente:
Pedagogía Waldorf, Una Educación hacia la Libertad, La Pedagogía de Rudolf Steiner - Frans Carlgren